VELEROS SIN VIENTO



VELEROS SIN VIENTO:
 Los últimos veleros del  
 Mediterraneo

         Los barcos de vela solo tenían una cosa en contra de ellos y era cuando se quedaban sin viento y había marejadilla; venía a ser lo mismo que un barco le fallaran los motores,  quedando a la deriva, con el agravante de la alta arboladura del velero que hacía que la situación empeorara considerablemente.
       En cuanto un velero se quedaba sin viento, lo cual ya no le permitía gobernar; lo primero que hacía era atravesarse a la marejada reinante y empezar a dar bandazos cuyos ángulos estaban en proporción directa con el estado de la mar.
          Nadie que no lo haya pasado, se puede dar una idea de lo que es un barco encalmado y atravesado al mar; balanceos de mas de 45 grados, con las perillas de los masteleros trazando un arco enorme sobre el cielo, yendo sin parar de un lado a otro dependiendo de la velocidad que traigan las olas y de la distancia entre ellas.
     Para poder andar por la cubierta, había que ir cogido a donde se pudiera, no era posible mantenerse derecho; los golpes de mar podían lanzarlos por la borda al paso de la ola que  barría la cubierta con fuerza.
    La arboladura, en sus idas y venidas de los 45 grados expresados en su vertical si se paraba, daba unos latigazos, que en términos marineros se llamaba”que espolsaba",o sea que se sacudía, pudiendo en esos momentos quebrar el palo o cualquier verga.
    Si por cualquier circunstancia había que subir a las galletas del barco con el balanceo, el marinero que ejecutaba esta maniobra tenía que tener instinto de mono, aprovechando la inclinación favorable y quedándose agazapado inmóvil en el palo, esperando que la próxima inclinación diera pie a seguir avanzando hacia la cofa, teniendo en cuenta que el fuerte latigazo no lo expulsara del palo en un terrible accidente.
    Pero el peligro mayor de quedarse un barco sin viento y atravesado a la mar, es desarbolar, pues la mayoría de las desarboladuras ocurridas en veleros se deben a este motivo.
    También se ha dado el caso, que para poder salvar el barco y no se destrozara o naufragara, se sacrificaba la arboladura picándola y cortándola toda para echarla abajo, dejando el barco convertido en una boya para salvar sus vidas y al barco.
     En el cabo Tortosa, con fuerte tormenta de noche negra atravesado al fuerte mar, el “ Sant Mus ” que venía del SE daba unos bandazos escalofriantes y desde tierra,se veían  las cuatro perillas de los mástiles brillando las luces de San Telmo y describiendo un enorme arco sobre el cielo que hacía temer su seguridad; pero este barco jamás desarboló.
       La pericia de los capitanes evitaba tener una encalmada cercano a la costa; aunque el mar es el menos previsible de los elementos de la naturaleza.
    Cuando había que encomendarse a Dios en un barco  de vela atravesado a la mar, era cuando se soltaba la botavara, bien porque hubiese roto la escota, o la contra, o bien por un motivo u otro; había que apoderarse de ella y poderla trincar antes de que hiciera una catástrofe, sobre el velero y sobre sus tripulación.
         Con el barco en marcha, el trabajo se hacía rápidamente, se orzaba poniendo el buque al filo del viento y ella misma se colocaba dentro del barco, donde se trincaba; pero sin gobierno era cosa de pánico y muchos marineros han perdido la vida  en maniobras para dejar la botavara inmovilizada.
   Pasar diez o doce horas encalmados y atravesados a la mar dando bandazos y sacudidas y pasando las olas en un continuo barrido de babor a estribor  sobre la cubierta sin poder comer, sin poder dormir, con desprendimientos incontrolados de la arboladura que podían caer sobre sus cabezas, venía a ser un desgaste mental sobre toda la tripulación.
       Un peligro añadido a quedarse encalmados suponía la carga del barco que si fuera de trigo, sal u otro elemento compacto hacía que no se moviera, por mucho que bandeara el barco, pero si era carga factible de moverse o de correrse, quedando acostado a una de sus bandas.
   Para evitar que la carga tomara agua de mar y se perdiera, había que achicar constantemente las bodegas y si esto sucedía al empaparse la mercancía con agua hacía mas pesado al velero, agregándole un peligro mas a los que ya tenía.