Por: José María Castrillón
A las cuatro de la mañana, toda la guardia excepto los que
estaban en sus puestos de guardia, formábamos en la cubierta, banda de babor,
se daba greda a la cubierta y otras veces se daba sosa caustica, arena, polvos de gas y jabón en polvo después de ser
mojada.
Caso de no haber bandazos y de tres en tres y el contramaestre con el silbato
para ir al compás, todos a la vez manejando el brus o las escobas, hacían un
armónico ruido al rascar la cubierta y con el compás de nuestras piernas, todas
a la vez de un lugar para otro, hacía como que era un baile muy acompasado y
artístico. Nosotros nos divertíamos con ello.
Claro el contramaestre de guardia que dirigía el baldeo se sentía orgulloso de
ese espectáculo, ya que formaba parte de él, por la música que le ponía al
silbato, y cuando no ponía él la música. Lo hacíamos al movimiento de las
piernas y de los bruses, era digno de admirar. Como podréis suponer siempre
nuestros pantalones estaban remangados hasta las rodillas, al terminar el
fregado venía la manguera que también tenía función decorativa y artística, lo
mismo que cuando pasábamos el rodón y el lampazo.
Cuando terminábamos este baldeo, estaba la cubierta que se podía comer sobre
ella, nos dedicábamos a asearnos, cogiendo un bote de agua dulce para lavarnos
la cara y empezábamos a afeitarnos para que nos saliera pronto la barba ya que
carecíamos de ella. Cuando había mala mar, no se baldeaba la cubierta por que
se encargaban las olas de barrerla de una banda a otra.
Los viernes que había lavado de coys y oreado de mantas y colchonetas? era
una jungla sobre la cubierta, todos atareados de un lugar para otro, colgando
las colchonetas y las mantas en las jarcias durante todo el día. Luego colgábamos los coys recién fregados con un poco de jabón verde y
pasábamos la manguera, y a secar en la jarcia. Era un día dedicado al aseo de
nuestro austero elemento de descanso. Al finalizar el día teníamos que volver a
armarlo poniendo las bolinas y así de frescos a descansar .