
Una de las cosas, a los que no hemos navegado en el Galatea, mas nos impresiona, es escuchar o leer:" La Gran Tormenta".
Ruta: New York a Ferrol, 1.953

El día 24 de Diciembre, aún no habíamos hecho la digestión de la cena, cuando empezó a levantarse un temporal, que hizo saltar de la cama al Comandante, el cual subió al Puente , como de costumbre en esos casos, y en menos de 10 minutos todo el personal de maniobra se encontraba en cubierta. El Comandante, dio orden que se cargaran y se aferraran: Juanetes, Velachos y Gavias; dejando sólo los Foques, la vela mayor del Trinquete, la Mayor y la Cangreja, todo esto a media noche y en plena oscuridad. Los cabos de dotación en estos casos lo pasábamos muy mal; no solamente hacíamos el trabajo mas peligroso, sino porque teníamos que tener mucho cuidado con los nuevos que tenían pánico, incluso los Cabos primera de escuela que, al no estar acostumbrados a subir con mal tiempo, también tenía pánico, y una caída al agua hubiese sido fatal.
Con ese mal tiempo, sólo llegamos a la puerta del infierno; todavía no habíamos entrado en él.
Al día siguiente, se pudo aguantar el aparejo que estaba desplegado, pero a medida que nos aproximábamos a las islas Azores, el mal tiempo se reforzaba, y el Comandante, por seguridad, mandó aferrar las velas Mayores, dejando sólo el aparejo de copa: La Trinquetilla, el Estai de Gabia y unos de los foques. Una vez que se cargaron los Juanetes, Gabias y Velachos, todos los Cabos de dotación que teníamos la maniobra en los palos, nos hicieron subir para reforzar el amarre de todas las velas que ya estaban aferradas.
Os puedo decir que lo pasamos muy mal. Los 48 metros de altura, que tenían los palos, designaban con las puntas del extremo del Mastelerillo la forma de un 8 gigante. Con sólo una mano para pasar el cabo, alrededor de la verga y la vela sirviéndose al mismo tiempo de los dientes, con unos silbidos muy musicales del viento, producidos por los cables y todos los cabos del barco, que eren muchos. Los crujidos parecían lamentaciones. No se sabía quién era el que jugaba: el barco, con las enormes olas, o las olas con el barco. Aquel día pude darme cuenta, de que un velero como el Galatea, no es mas que un objeto: es algo que vive, que se ríe, que se queja como si pidiera auxilio, que se pelea con una tras otra montaña de agua de agua, como si diera a entender " lo que llevo en mi seno es mío y no me lo arrebata nadie".
Esperando que el temporal calmara, seguimos nuestra ruta, poco a poco, pero el tiempo, a medida que nos aproximábamos a las Azores, era cada vez peor.
El Comandante, se pasaba todo el tiempo el el Puente. La caña se pasó al Puente, al ser asistida, la caña de popa era una rueda de timón que necesitaba a dos hombres mas un Cabo en la bitácora, donde va el compás, y al ser peligroso se pasó al Puente. Yo pasaba mucho tiempo reforzando las amarras de los botes; todos calados hasta los huesos, sin poder cambiar de ropa por tenerla toda mojada. Los coys, ni siquiera se descolgaban para poder descansar un poco cuando tenias un momento. Había vómitos por todas partes, lo que hacía que los que dormían en el suelo lo pasasen mal.
A medida que nos acercábamos a las Azores, el temporal iba cada vez a peor, y en Noche Vieja, se reforzaron los vientos, con una fuerza inimaginable y a la mañana del día de Año Nuevo, todo era desolación. Todos los esfuerzos para reforzar los amarres de las velas habían sido en vano; sólo se veían algunos desgarres de las velas. El resto del Velamen había desaparecido, quedando solo la Trinquetilla y el Estai de Gabia; pero lo peor de todo fue que también se llevó las antenas de radio; dejando al barco sin contacto con tierra, durante tres días, lo que dio mucha preocupación a la Armada, que casi nos daba como desaparecidos.
Una vez pudimos colocar las antenas, pudimos darnos cuenta del desastre que había provocado el temporal; tanto en las Azores como en el mar.
El temporal había aflojado un poco, pero no nos dejó hasta el día de Reyes. El Comandante hizo poner en marcha los motores,impresionaba mucho oír las hélices girar en el vacío, cuando la popa se levantaba. Y así seguimos nuestra ruta hasta llegar a Ferrol el día 15 de Enero de 1.954, donde nos esperaban las autoridades de la Armada y las familias de los Ferrolanos."
Otra situación, no menos peligrosa se produjo en una navegación de Tenerife a Oporto. Una vez salidos del puerto, como de costumbre se largó todo el aparejo; al navegar contra el viento y con una pequeña brisa, había que ceñir o navegar a 7 cuartas. Una vez acabada la maniobra, las dos brigadas libres, bajamos a cenar a los sollados. Apenas habíamos comido, cuando empezó un escoramiento del barco mu agudo; todo la que había en las mesas fue al suelo; aquí no hizo falta tocar zafarrancho, todos los de maniobra subimos como un rayo a cubierta, y pudimos observar que hasta el cura estaba agarrado a una braza. Todos sabíamos lo que teníamos que hacer; largar Escotas, Brioles, y Cargaderas.
Lo principal era poner el barco en "Pana", inmovilizarlo con sus propias velas. Fue la rapidez de la maniobra lo que nos salvó; en 15 minutos mas y el barco se hubiese hundido.
Se dio un fenómeno muy raro en esas latitudes; poco tiempo después de haber largado el aparejo, cambió el viento de través con mucha fuerza y no pudimos resistir la presión del velamen.