NOSTALGIAS DEL GALATEA ( Frco. Granados Serrano )



                                   MI PRIMER DIA EN EL GALATEA

                        El papel en mi bolsillo decía que aquella misma noche embarcaría en el Galatea, que arribaba en unas horas en el Puerto de Huelva.
        Embarqué de madrugada en un mundo tan irreal para mí como aquellos altísimos palos, vergas jarcias que impresionaban a gentes curtidas por todos los mares.  Aquel ajetreo de llevarme de un sitio a otro y por fin aterrizar en aquel sollado oscuro de proa donde no tomaba sentido de la realidad. Apoco tocaron babor y estribor de guardia para iniciar el crucero de instrucción de tres meses por los mares del Norte.  Un veterano me indicó cual era mi coy y espacio de superficie de suelo para dormir.

        Nada mas salir del río Odiel, el Atlántico nos estaba esperando enfurecido, me entró un malestar rarísimo. Mi coy se desplazaba de una banda a la otra y yo rulaba  por aquella cubierta como una peonza, como si tuviera una borrachera muy mala y desconocida. Pude saber para qué eran aquellos grandes cubos colocados estratégicamente a lo largo del sollado.

        Aquel incesante dejarme suspendido en el aire, para después clavarme en el suelo, aquel rular de un lado a otro sin posibilidad alguna de control, aquel querérseme salir el estomago por la boca, aquellos desvanecimientos que me sumían en la mas negra oscuridad.
     Tres días con sus noches fueron una pesadilla imborrable de la memoria, quizá era el precio del bautismo de mar.

        Lo había superado en el archipiélago de las Azores, tras salir a cubierta después tres días encerrado en el sollado de proa que había sido para mí como una mazmorra encontrándome con un radiante  recién nacido sol, con aquella brisa fresca llena de polvo de agua salada, mis ojos mi espíritu y mi alma abrieron de par en par, para aquilatar la maravilla que tenía delante. El Galatea. El Galatea navegando con todo el trapo dado, con una escora considerable, como saludando al nuevo día.  

           Mis ojos curiosos y mi alma ansiosa de algún bálsamo que cicatrizase las impresiones de aquel túnel que terminaba de abandonar, sin poder dar crédito a tanta belleza, en un segundo recorrieron el barco desde el baupés al mesana, para inmediatamente, después en sentido inverso, esta vez milímetro a milímetro deteniéndose en cada detalle, hasta que el corazón henchido de alegría y no pudiendo aguantar tan hermoso contraste me ordenó. ! Ahora te toca llorar ! Y lloré, cloro que lloré de alegría. Aquello era el barco de mis sueños tan tempranos y no aquello que terminaba de abandonar.

       Sus cinco foques bien inflados por la mañanera brisa de las Azores envueltos en polvo de agua de mar recibiendo la caricia de los primeros rayos solares por la amura, dibujaban entre ellos un arco iris.  Un tropel de voces y pitos que terminaron con el tiempo  familares.-